miércoles, 5 de enero de 2011

Complemento de Escuela - Catecismo N° 6

Queridos hermanos y hermanas:
Seguiremos revisando el Catecismo de la Iglesia Católica para complementar nuestro estudio.

En las entregas anteriores, leyendo y comentando el primer capítulo de la primera parte del Catecismo,  tuvimos el primer acercamiento a este importante documento de nuestra Iglesia y fuimos reflexionando cada semana acerca de los temas que plantea.

Como católicos y especialmente como cursillistas, estamos llamados a anunciar a Cristo, para eso nos preparamos en las Escuelas presenciales y en estos complementos On -Line.

Es hermoso pensar que comenzaremos este 2011 aprendiendo acerca del Señor para vivir nuestra fe de forma más profunda y así realizar mejor nuestra misión apostólica.

Es maravilloso saber que es el mismo Cristo - que nació, nace y nacerá- el que prepara nuestros corazones para comenzar un nuevo año.

Los invito a seguir visitando nuestro blog, hacer sus comentarios y acercarse al equipo.

Cuéntennos cómo han aplicado el material que semanalmente les entregamos, a qué conclusiones han llegado, cuál es el tema que más les ha servido y cuáles son sus expectativas para este año.

Esta semana comenzamos a revisar el segundo capítulo del Catecismo, que comienza con un recordatorio del infinito amor del Padre Celestial por nosotros:
En su bondad, el Padre se nos dona, comparte con nosotros su misterio, demostrando cuánto nos ama.

Con esta certeza que se nos hace presente, recordamos nuestras vivencias en las Escuelas del ciclo de  Adviento y Navidad, la esperanza con que nos preparamos para recibir el nacimiento de Cristo en el mundo y en nuestros corazones. El Señor nos entrega su palabra sanadora y su enseñanza de sabiduría en el  momento propicio. Los invito a seguir con nuestro estudio del Catecismo.

PRIMERA PARTE

LA PROFESIÓN DE LA FE

PRIMERA SECCIÓN
«CREO»-«CREEMOS»

CAPÍTULO SEGUNDO
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

50 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Concilio Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo. 

Qué hermoso es comenzar este nuevo capítulo recordando el maravilloso regalo de Dios, Él nos tiende su mano amorosa, comparte con nosotros su luz.

ARTÍCULO 1

LA REVELACIÓN DE DIOS

I Dios revela su designio amoroso

51 "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (DV 2).

Cristo es la puerta al Padre, mediante Cristo conocemos al Padre y llegamos a Él. El Salvador, que se hizo carne y habitó entre nosotros, es verdaderamente Dios con Nosotros, el Emmanuel. Un puente entre la perfección de nuestro Dios y nosotros, sus humildes criaturas. La mejor noticia de todos los tiempos, que nos hace hermanos y nos llena de gozo: el Señor nos ama infinitamente.

52 Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1,4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.

El Señor nos hace capaces de responderle, conocerle y amarle. Interactúa con nosotros, quiere que nos comuniquemos con Él. En esta frase encontramos un reconocimiento divino a nuestras capacidades: Dios, que es sabiduría y amor infinitos, nos escucha, nos valora y nos comprende. Al recibir a Dios, entramos en comunión, nos hacemos partícipes de su mensaje, somos capaces de ver más de lo que antes veíamos, de hacer más de lo que antes hacíamos, de amar de una nueva manera, mayor a nuestras fuerzas humanas. El Señor multiplica nuestras capacidades… nos llena de Gracia.

53 El designio divino de la revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una "pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo.

El mensaje del Señor es adecuado a nuestro entendimiento, se revela gradualmente para que podamos comprenderlo. En su delicadeza, no nos abruma, sino que amorosa y gradualmente, como el padre que nos enseña a caminar cuando somos niños y nos va mostrando poco a poco el mundo, se adapta a nosotros. Aquí vemos otra forma del amor de Dios: Él nos conoce y nos va dando lo que necesitamos de la forma en que lo necesitamos, acorde al momento que estamos viviendo y lo que viviremos en el futuro.

He escuchado testimonios de hermanos y hermanas cursillistas y coincido, por mi propia experiencia, en que podemos afrontar de mejor manera las dificultades luego de haber vivido el encuentro con Cristo que es Cursillo.

El Señor abrió mi corazón y cambió mi mirada justo a tiempo, en el momento en que más lo necesitaba y lo necesitaría, porque sin su Gracia no hubiese sido capaz de soportar lo que tuve que vivir. Él fue mi fortaleza, mi pilar, Él sostuvo mi mano y no me dejó caer, Él puso en mi boca las palabras, Él me mantuvo en la esperanza, Él me dio las herramientas para vivir en su amor.

San Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: "El Verbo de Dios [...] ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2; cf. por ejemplo, Ibid., 3, 17,1; Ibíd., 4,12,4; Ibíd.,4, 21,3).
 

Continuaremos revisando este capítulo del Catecismo de la Iglesia Católica la próxima semana.

Quiero finalizar esta entrega con tres preguntas para reflexionar:

-Cuando no me siento capaz de algo, ¿Confío en que al estar junto al Señor mis capacidades se multiplican?
-¿Soy capaz de dejar de pensar que “me la puedo” solo, lejos de Cristo?
-¿Tengo la humildad de reconocer mis debilidades y pedirle Fuerza al Señor?

Queridos hermanos y hermanas, les envío un abrazo De Colores y quiero recordar:

¡Contamos con su gracia!
¡Confiemos!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Opina sobre el tema