miércoles, 16 de marzo de 2011

Complemento de Escuela - Catecismo N° 7

Queridos hermanos y hermanas:
Continuamos nuestro complemento de Escuela revisando el Catecismo de la Iglesia Católica. Mientras más conocemos al Señor, más lo amamos.

II Las etapas de la revelación 
Desde el origen, Dios se da a conocer

54 "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio" (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con Él revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes.

El Señor nos reviste de Gracia, abre el camino de nuestra salvación. Recordar la Alianza de Dios con su Pueblo, las palabras de los profetas y la historia del Pueblo de Israel es un ejercicio que enriquece nuestros conocimientos y profundiza nuestro amor a Dios. El camino de los creyentes estuvo lleno de ejemplos de vida. El encuentro del Señor con su pueblo, la entrega de la Ley, la preparación para la venida del Salvador, son episodios importantísimos. Comprendemos la Nueva Alianza conociendo la Alianza, el Antiguo Testamento.

55 Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, "después de su caída [...] alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3).

El Señor nos cuida. Cuando caemos, nos alienta y nos da la vida eterna cuando perseveramos. Dios hace una promesa y su palabra no pasa, no desaparece, no se diluye ni cambia. Pese a la desobediencia y el pecado, Él mantiene su promesa con nosotros.

    «Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte [...] Reiteraste, además, tu alianza a los hombres  (Plegaria eucarística IV: Misal Romano).

La alianza con Noé

56 Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9,9) expresa el principio de la Economía divina con las "naciones", es decir con los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10,5; cf. Gn 10,20-31).

Noé es un hombre justo e íntegro en medio de muchos pecadores. A través de él es que Dios entrega su mensaje: empieza el camino de la salvación.

57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rm 1,18-25), el politeísmo, así como la idolatría de la nación y de su jefe, son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no definitiva.

La torre de Babel es un símbolo de nuestro orgullo, representa a los saberes que se alejan de Dios, a los que piensan que pueden vivir una vida sin Dios. La Ciencia sin Dios olvida la dignidad humana. La lección más importante de este pasaje es que debemos mantener siempre al Señor en todos los aspectos de nuestras vidas: la ciencia y la técnica deben dialogar con la fe para construir el verdadero progreso humano. Para reflexionar más profundamente los invitamos a leer la Encíclica Caritas in Veritate del Papa Benedicto XVI, recomendada en el Suplemento N° 2 de este blog. 

58 La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del Evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).

Estos personajes que nos presenta la Biblia son seres humanos sencillos, que fueron bendecidos por la Gracia de Dios y se convirtieron en ejemplos de vida y fe. La elección de hombres sencillos adelanta también las intenciones divinas de reinar en la humildad, exaltando la grandeza de la dignidad humana en lo sencillo y cotidiano, en el pastor, en el humilde trabajador. ¿Cómo no sentirnos identificados con ellos?

Dios elige a Abraham

59 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abram llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3; cf. Ga 3,8).

Dios elige a Abraham y lo llama. Lo bendice y le hace una promesa. Cambia su vida, le entrega lo que el buscó y anheló toda su vida. Quiero llamar la atención al hecho de que Abraham no era un hombre solo, estaba casado con Sara. De este matrimonio provendrá un pueblo numeroso, como las estrellas del cielo – según la promesa del Señor-. La vida cambia para Abraham y para Sara, que cambian su mirada y comienzan a recorrer el camino del Señor. Tal como en Cursillo: primero el esposo y luego la esposa reciben el llamado, conocen el mensaje y se aprestan a recorrer el camino con una mirada nueva, puesta en el Señor.

60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rm 11,28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia (cf. Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes (cf. Rm 11,17-18.24).

El Pueblo de Israel, depositario de la promesa de Dios, creció y se multiplicó. La Nueva Alianza nos hace partícipes de esa salvación prometida.

61 Los patriarcas, los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.
Dios forma a su pueblo Israel

62 Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido (cf. DV 3).
Dios nos hace libres. Nos salva, nos ama y nos libera de la esclavitud a la que estamos sometidos: somos esclavos de las cosas, de los bienes, del qué dirán. Cuando reconocemos la promesa del Señor y buscamos seguir su camino, nos vamos liberando de esas ataduras terrenas, de los “idealitos” y las falsas creencias.

63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex 19, 6), "sobre el que es invocado el nombre del Señor" (Dt 28, 10). Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (Viernes Santo, Pasión y Muerte del Señor, Oración universal VI, Misal Romano), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham (cf. Discurso en la sinagoga ante la comunidad hebrea de Roma, 13 abril 1986).

64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más pura es María (cf. Lc 1,38).

Esperanza: Amor que espera. Dios nos espera con amor y nosotros sentimos en el corazón la esperanza que de Él proviene. La Esperanza es alegre, nos mueve a vivir en la alegría de la promesa que se cumplirá. Es activa, porque nos incita a trabajar por el cumplimiento de la promesa. La Esperanza es una espera con sentido, nos hace permanecer fieles a Dios, porque estamos seguros de su promesa.

Lo dice Pablo en la 1ª epístola a los tesalonicenses 5-8; con la alegría de la esperanza constante en la tribulación, nosotros somos capaces de gozar en medio de la lucha. Como lo dice el Apóstol en Romanos 12,12: la esperanza no defrauda, en la espera de Dios y su presencia en nuestra vida lo mejor siempre está por llegar.

¡Gracias, Señor!

Continuaremos en la próxima entrega revisando el capítulo segundo de la primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica.

Un abrazo

De Colores

miércoles, 9 de marzo de 2011

Complemento de Escuela - Ideas Fundamentales Nº8

En el complemento de escuela nº 5 sobre IF comentábamos sobre el “porqué histórico” del MCC, lo que nos llevó a buscar y presentar, en los Nº 6 y 7, fragmentos de algunos documentos sobre la historia del MCC que esperamos hayan sido una motivación por conocer más sobre este aspecto. Hoy retomamos nuestro trabajo sistemático de Ideas Fundamentales.



IF 17.- De hecho, nos atreveríamos a afirmar que todo el MCC tuvo su punto de partida en el conocimiento profundo de la realidad. Y la realidad, tal cual los iniciadores la vieron en aquel momento, era la siguiente: un mundo de espaldas a Dios, a Cristo y a su Iglesia.  Tenían la persuasión íntima de que la vida había dejado de ser cristiana, porque la influencia del cristianismo en la vida era prácticamente nula, incluso en sectores llamados católicos.


IF 18.- En “El cómo y el porqué” se afirma ya: “Toda solución apostólica, para ser eficaz deberá, por tanto, dirigir su mirada hacia la vida humana, que exige ser de nuevo bautizada.  Se necesita, por lo mismo, no una solución parcial e individualista, sino una transformación ambiental que alcance a todos y todo.  Es todo un mundo lo que hay que rehacer de sus cimientos, al que es preciso transformar de selvático en humano y de humano en divino.  La finalidad era claro: transformar en cristiano una sociedad, que había dejado de serlo.



Comentario.
De la revisión de estos puntos me surgen algunos comentarios muy básicos: primero aquí funciona plenamente el “Ver, Juzgar y Actuar, en clima de oración” y segundo en temas del Señor hay que aspirar a lo máximo: “transformar en cristiano una sociedad”.

En “Ver y Juzgar”  del origen del MCC mantiene vigencia: “un mundo de espaldas a Dios, a Cristo y a su Iglesia”

El “Actuar” aún es un desafío, sigue vigente el llamado para cada día: “transformar en cristiano nuestros ambientes”.  Pensémoslo un momento:
- ¿Estamos a la altura de un desafío de esta magnitud? 
 
- ¿Contribuye nuestro testimonio de vida a evangelizar nuestra cultura y sociedad?
- ¿Incluyo el Evangelio, eucaristía y oración como sostén de mi acción transformadora?